“Arevim ze la ze” Somos responsables el uno del otro

Por:

Devora Benchimol

El sol radiante saludó mi llegada a Israel el domingo 15 de enero, marcando el inicio de una travesía que, en principio, no estaba en mis planes. ¿Qué me llevó a embarcarme en este viaje solitario a tierras lejanas? Todo comenzó cuando estábamos organizando un viaje con mi esposo para llevar a un grupo. Sin previo aviso, mi amiga Chaya Briskel, entrevistadora de Hitdabrut, me llamó con urgencia para que participara y hablara sobre la película.

Tras consultarlo con Iosi, decidimos posponer el viaje del grupo, y así nació la decisión de que yo viajara para la entrevista. Pero este viaje se convirtió en algo más que una visita programada. Sentí la necesidad de no dejar de lado mi objetivo original: demostrar que los judíos fuera de la Tierra de Israel también nos preocupamos por los de adentro.

El 15 de enero, con una mezcla de emoción y determinación, pisé suelo israelí dispuesta a ofrecer, con todo mi corazón, sonrisas de apoyo y realizar recorridos turísticos en un país que experimenta escasamente el flujo de visitantes en estos momentos.

Al descender del avión, una melancolía palpable flotaba en el aire, pero al mismo tiempo, percibí una calidez familiar que se manifiesta cuando una comunidad se apoya mutuamente en tiempos de conflicto. “Arevim ze la ze” (Somos responsables el uno del otro). Jerusalén, ciudad de contrastes, emanaba tanto el dolor como la esperanza. Mientras compraba algunas joyas, el dueño de la tienda compartió conmigo su valentía: “Quiero que sepa que no tenemos miedo. HaShem está con nosotros. Dígaselo a sus amigos”.

Cada paso que daba, cada acción que emprendía, una lágrima de emoción resbalaba por mi rostro, no de tristeza, sino de la profunda conexión que sentía con este pueblo. Somos uno, y cada uno comparte el dolor del otro. Cada individuo en Israel contribuye de alguna manera, está conectado. Mientras decía a cada persona que no están solos, que también desde lejos nos preocupamos y nos ocupamos, sentí la resonancia de esa verdad.

Muchos en Israel desconocen que en cada minuto, desde distintos rincones del mundo, estamos al tanto de sus preocupaciones y ocupados en brindar apoyo. Por eso, muchos de nosotros hemos llegado en este momento a Israel, no solo para compartir el dolor y el llanto, sino también para infundir esperanza. Mi viaje se convirtió en una expresión tangible de solidaridad, llevando un abrazo espiritual desde el otro lado del mundo.

En este instante, le pido a HaShem que contemple la fortaleza de su pueblo, el amor que nos profesamos, y que pronto esta guerra llegue a su fin, dando paso a una paz eterna.

Am Israel Jai. Con todo mi ser.

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